SANTYAGO

Actuación.

sábado, 26 de abril de 2008

La vida es un teatro y los demás, mi público.
Mi acercamiento hacia el mundo de la actuación.


Por Santiago Ayerbe Moreno.


Desde pequeño jugaba a hacer mil caras frente al espejo, me enloquecía destrozar mi armario y ponerme cuanto disfraz o trapo hubiera y así intentar encarnar nuevos personajes. En todas las reuniones familiares, junto con mis primos y bajo la dirección de la siempre grandiosa abuela, planeábamos pequeños happenings teatrales, si es que así le puedo llamar. Teníamos una idea y el resto nos lo inventábamos frente a nuestros papás y tíos. Así, poco a poco, jugaba a perderle el miedo de pararme delante de un público, a hacer el “oso”, a bailar, gritar, llorar y cuanta barbaridad se me cruzara por la cabeza.

Entonces, así se fue alimentando mi pasión hacia la actuación y el teatro. Fue cuando, junto con mi mejor amigo Santiago Cepeda, empezamos a montar pequeñas obras y representaciones teatrales en el colegio. Era divertido que en el grupo de teatro fuéramos 2 o 3 personas y que circunstancialmente aquellos que querían evadir alguna clase, se metieran en el grupo. Aun así, muy a pesar de la escasez de personas que mostraran un verdadero interés, logramos realizar y presentar un par de obras. Lo importante era la dedicación que semanalmente le dábamos junto con el profesor Alejandro Rincón. También trabajé con el grupo de teatro de Usaquén algún tiempo. No importaba que no hubiera escenarios, la calle, el profesor, los amigos o quien fuera podían hacer de público sin que ellos siquiera lo notaran.

“El teatro se vive, se lee y se saborea yendo constantemente a verlo.”

Más allá de los proyectos de teatro y las presentaciones escolares, lo más importante era ir a todas las obras de teatro que pudiéramos, el teatro se vive, se lee y se saborea yendo constantemente a verlo. Decíamos que la vida misma era un gran teatro y el público son todos aquellos que se nos crucen. Partiendo de esto, siempre que salíamos a la calle nos disfrazábamos, nos inventábamos personajes y salíamos a descubrir reacciones de los que por allí pasaran.

Pasa el tiempo y algunas oportunidades de trabajar en televisión y en cine aparecen. Por algunos contactos, preguntando, comentando y tocando puertas. Ya sea para hacer papeles extras o cargar algún cable. Así, asistiendo a audiciones y castings pude trabajar con buenos directores como Rubén Mendoza o Jörg Hiller, ejerciendo distintos roles ya fuera en comerciales o cortometrajes. Sin duda alguna, la mejor experiencia por la que he pasado sucedió a comienzos del 2007; Tuve la oportunidad de hacer un papel protagónico en el último proyecto de largometraje de Carlos Mayolo en “El placer de aprender”, para mi uno de los más grandes directores de cine y televisión en Colombia. Él fue un gran maestro y director actoral, trabajamos por un largo tiempo junto a grandes personalidades de la actuación hasta que lastimosamente, Mayolo fallece y el proyecto queda inconcluso. Aún así, la posibilidad de haberlo conocido y aprender lo que es desenvolverse frente a una cámara y apropiarse de un personaje, fue grandiosa. Darme cuenta de lo diferente que es actuar en teatro a lo que se exige del cuerpo y la expresión corporal frente al lente en cine y en televisión.

“Lo que se quiere se logra, nunca es fácil el camino y no es de un día para otro.”

Viajé a Argentina a terminar el énfasis audiovisual en la carrera de cine y televisión y allí trabajé en algunos proyectos de cortometrajes con BONAPASTI producciones. Hoy por hoy pretendo seguir con mi carrera de realizador audiovisual y artista, sin dejar de lado la actuación y seguir participando e incursionándome en este mundo.

Cualquier sueño o ideal es posible, poco a poco, con la intensión y el talento, las oportunidades van apareciendo y lo que se quiere se logra, nunca es fácil el camino y no es de un día para otro. Pero es un camino muy entretenido y cuando el público aplaude luego de que se baja el telón: es realmente muy gratificante. Y así los aplausos provengan sólo de la mente y frente a uno sólo hayan sillas vacías el efecto del reflector en los ojos no fue en vano.


Artículo para la Revista Locker.


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